Capítulo 112
—¿Estás diciendo que Sir Eugene acabó con unos vampiros?
—¡Sí, te lo digo! No sé mucho brantiano, pero eso sí lo entendí. El dueño de la taberna del muelle dijo…
Los marineros del *Elion*, la gran mayoría de los cuales nunca antes había estado en Brantia, miraban con los ojos bien abiertos al veterano marinero que había ido a comprar agua potable y provisiones.
—¿Graham? Como sea, parece que esos tipos cometían todo tipo de fechorías. Aparentemente conspiraron con el alcalde de aquí para hacerle daño a Sir Eugene, pero el Sir y los otros caballeros les cortaron la cabeza a todos.
¡Oooooh…!
—¡Nunca había visto a unos bastardos tan locos!
—Sí, están completamente locos. Hay que ser idiota para meterse con alguien como Sir Eugene.
—Esos hijos de perra debían de tener ganas de morir, ¿no?
¡Cierto! ¡Bien dicho!
El capitán del *Elion*, al escuchar la charla de los marineros, sintió un dolor de cabeza punzante.
—*La tripulación no sabe brantiano y pocos han bajado a tierra, así que por ese lado no hay problema, pero usted, capitán, ahora sabe que soy un vampiro, ¿verdad?*
«¡Nunca quise saber una verdad tan terrible!».
El capitán sentía ganas de llorar, pero no tenía a nadie con quien quejarse.
Porque Eugene había alternado entre amenazas escalofriantes y dulces recompensas.
—*Si vuelve a Maren y les cuenta la verdad tal como es, la ciudad se sumirá en el caos. El alcalde, que tanto confía en usted, se encontrará en una posición muy difícil. Incluso podría intentar silenciarlo para que no se corra la voz. El mar de Maren debe estar bastante frío por estas fechas, ¿no cree?*
Al recordar el rostro tranquilo de Eugene mientras hablaba como si fuera el problema de otro, el capitán sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, como si lo hubieran hundido en el mar de Maren.
—*Pero, ¿y si informa que exterminé a los vampiros en Brantia y tomé el control de un puerto? ¿No crecería aún más la confianza del alcalde en usted? Incluso podría nombrarlo gerente general de los barcos mercantes que navegan entre Maren y Mungard. Ah, y sabe que tengo bastante influencia en el asunto, ¿verdad?*
Al recordar esas palabras, el escalofrío se disipó rápidamente y visiones de riqueza y fama danzaron ante sus ojos.
—*¿Y si lo descubren más tarde? Capitán, déjeme decirle algo sobre la gente. Una vez que las apuestas son tan altas, ya no puedes abandonar el juego. Si ha apostado toda su fortuna en la mesa de juego, ¿puede simplemente cancelarlo todo e irse? ¿Sin siquiera ver las cartas?*
¡Por supuesto que no!
Además, con no solo una o dos personas, sino las dos ciudades de Maren y Mopern involucradas en el juego, no había posibilidad de que todo se viniera abajo solo porque el capitán perdiera la cabeza.
—*Tome, quédese con esto como recuerdo y prueba.*
Después de que dijera eso, Galfredic, que estaba de pie junto a Eugene, le había ofrecido una docena de cajas pequeñas con una sonrisa maliciosa.
Las cajas, ahora guardadas a buen recaudo en su camarote, contenían cada una la cabeza cortada de un vampiro, con los colmillos al aire, congelados en una expresión de terror.
—*No le pido que me pinte como un gran defensor de la fe. Digamos que preferiría que la chusma de la Iglesia Central no ande esparciendo tonterías sobre mi expedición en Maren y Mopern. Confío en usted, capitán.*
Confío en usted. Confío en usted. Confío en usted…
Mientras la voz de Eugene resonaba en la cabeza del capitán, la charla de los marineros se hacía más fuerte.
—Ahora que lo pienso, ¿no convirtió Sir Eugene a monstruos no muertos en la Península de Karlsbägen?
—¡Es cierto! ¡Los mercenarios de Parteg lo dijeron!
—¿No es Sir Eugene un verdadero defensor de la fe? ¿Por qué si no los Caballeros Sagrados inclinarían la cabeza sin decir ni pío?
—¿Quizás los vampiros de Brantia fueron atrapados por Sir Eugene y ahora también se están arrepintiendo todos?
¡Jajajajaja!
En el momento en que escuchó la conversación y las risas de los marineros, fue como si un rayo le hubiera caído en la cabeza al capitán.
—¡Sí! ¡Eso es!
—¿Eh? Capitán, ¿de qué está hablando?
Cuando el navegante que estaba a su lado ladeó la cabeza, el capitán giró la suya bruscamente y dijo:
—Escuchen con atención. Sir Eugene no conquistó Mungard.
—Eh… b-bueno, por supuesto que no, ¿verdad?
—Él aplastó el malvado complot de la familia de vampiros de Mungard. Conmovidos por sus acciones, los maestros del gremio de la ciudad le abrieron el puerto.
—Eso también es cierto, pero…
—¡Idiota! ¡Lo que quiero decir es que Sir Eugene no conquistó Brantia por la fuerza, hizo que abrieran sus puertas por voluntad propia! ¿Entiendes?
—¿Señor? Todos pensábamos que ese ya era el caso.
—¿Qué?
—Que Mungard abrió sus puertas a las honorables acciones y la verdadera caballerosidad de Sir Eugene. Todos los muchachos ya lo saben así.
—…Ah, cierto.
Sintiéndose un poco desinflado, el capitán apretó los puños al poco tiempo.
¡Cierto! ¡Qué diablos, yo también me subiré a este león rugiente!
—¡Leven anclas! ¡Icen las velas! ¡A los remos! ¡Muchachos! ¡Nos vamos a casa!
¡Iza!
¡Soy un marinero de Maren!
¡Yo ho! ¡Yo ho!
¡Nuestro mástil se rompió como la pierna del capitán!
¡Yo ho! ¡Yo ho!
¡Soplen, vientos, soplen! ¡Hacia el cabo de Maren!
¡Un puerto lleno de oro y plata!
¡Gritamos!
—¡El puerto de Mungard!
El capitán gritó la última línea de la canción de los marineros de Maren, cambiando solo el destino.
Habiendo ganado al menos cien monedas de plata por persona, la tripulación del *Elion* se preparó alegremente para volver a casa.
* * *
—Entonces, quedamos en sus manos, Sir Eugene.
—Lo mismo digo. Estoy bastante preocupado de que algo así pueda volver a ocurrir.
—¡Oh! Eso jamaaaás pasará.
El antiguo maestro del Gremio Textil y de Cuero, que se había convertido en el nuevo alcalde de Mungard tras la muerte del anterior, agitó las manos para restarle importancia.
—Por cierto, sobre su promesa de enviarnos a Mungard los subproductos de monstruos de la Mazmorra que va a conquistar…
—Soy un hombre que cumple sus contratos. Si no hay otra cosa, todas las… pieles… serán enviadas para acá.
—¡Oh! ¡Sir Eugeeene!
Tan pronto como el antiguo maestro del gremio se convirtió en el nuevo alcalde, Eugene consiguió una disculpa y una compensación a nivel de la ciudad.
El difunto exalcalde, para ser un hombre codicioso, no tenía una gran fortuna, así que no consiguió mucho, pero la Familia Graham era bastante rica.
Como compañero Hijo de la noche, Eugene podría haberse quedado con toda la riqueza de la Familia Graham si hubiera querido, pero tomó solo la mitad y donó la otra mitad a la ciudad.
No solo eso, sino que también prometió entregar a Mungard algunos de los subproductos y todas las pieles de cualquier futura expedición a la Mazmorra en Brantia.
Y este espectáculo fue el resultado.
—Si solo hubiera unos cuantos caballeros más honorables como usted en el continente, las cosas serían mucho mejores. Venga, beba.
—Eso lo oigo a menudo. Como caballero, solo hice lo que era natural. Todos ustedes me halagan con sus grandes elogios.
Después de chocar las copas con el nuevo alcalde, Eugene echó un vistazo a los otros maestros del gremio y a Marcus, que lo observaban constantemente entre risas y conversaciones, y alzó la voz ligeramente.
—Entonces. De ahora en adelante. Banderas con mi Escudo de armas. Si quienes las portan van y vienen de Mungard. ¿Puedo estar tranquilo?
—¡Pah! ¡Por supuesto! Ni siquiera tiene que preguntarlo.
—Sir Eugene es un hombre que ha tratado a Mungard con honor. En otras palabras, es un amigo de Mungard.
—Así es. Mungard no es una ciudad de rufianes que bloquearía o estorbaría a un amigo.
Los maestros del gremio intervinieron al unísono.
Por supuesto, solo eran sinceros a medias, el resto estaba lleno de miedo y codicia, pero nadie podía negar que Eugene, a diferencia de otros caballeros, había sido muy considerado con las circunstancias de Mungard.
Todos en la mesa redonda también sabían que esto no se debía a que Eugene fuera de buen corazón, sino porque quería algo de Mungard.
«¡Una situación en la que todos ganan!».
«De todos modos, ¿no ganará más la ciudad gracias a este caballero?».
«¿Y si puede estabilizar aunque sea solo la región costera del sur como alardeó?».
«No importa quién se convierta en rey, ¡podremos vivir cómodamente, eso es!».
Brantia era fundamentalmente un país cerrado, pero el ambiente del puerto, donde se reunían muchas razas diferentes, era distinto.
Además, llevaban tanto tiempo sin un verdadero rey que realmente a nadie le importaba quién ocupara el trono.
Los maestros del gremio de Mungard simplemente deseaban que alguien que garantizara sus intereses —alguien como Eugene, por ejemplo— se convirtiera en el rey de Brantia.
«Pero ser rey probablemente está fuera de discusión, ¿no?».
«Hay un precedente de un Marqués Blanco, pero él es un extranjero, y que un Hijo de la noche se convierta en rey es imposible».
«Pero, ¿y si obtiene una influencia considerable sobre la nueva familia real?».
«¡Hurra!».
Habiendo hecho los cálculos rápidamente, el nuevo alcalde y los maestros del gremio levantaron sus copas, con las sonrisas sin abandonar nunca sus rostros.
—¡Entonces! ¡Brindemos por la amistad entre Sir Eugene y Mungard!
—¡Por la amistad!
—¡Por Sir Eugene y Mungard!
¡Jajajaja!
Los sonidos de risas felices eran interminables.
Pero una persona, el Señor Marcus, forzaba una sonrisa.
* * *
—¿Quién está a cargo de la purificación de Piedras de Maná aquí? ¿El clero, supongo?
—Así es. Sin embargo, más hacia el interior, es más común que chamanes o magos realicen la purificación, en lugar de clérigos.
A solas con Eugene, Marcus se arrodilló sobre una rodilla, inclinó la cabeza y respondió respetuosamente.
—¿Quién hace la purificación en Mungard?
—Eso… no hay nadie.
—¿Qué? ¿Por qué?
Eugene no podía entenderlo.
Después de la comida, lo que la clase dirigente de señores y nobles más valoraba eran las Piedras de Maná.
Venderían lazos familiares y el honor nobiliario por las enormes ganancias que traían las Piedras de Maná y los subproductos de monstruos, y sin embargo, ¿aquí no había nadie para purificarlas?
—Es porque… había algunos en la Familia Graham que tenían talento para la magia. Así que después de que la Familia Graham se estableciera en Mungard, ellos se encargaron de toda la purificación de Piedras de Maná.
—No, ¿y antes de eso? Debía de haber gente que hiciera la purificación antes de que los bastardos de Graham llegaran a Mungard, ¿no?
—Lo primerísimo que hizo el Señor Graham en Mungard fue ejecutar a los clérigos ortodoxos…
—¡Ja…!
Solo entonces Eugene lo entendió todo.
Por qué Marcus, una figura de larga data en Mungard, había estado tolerando a la Familia Graham, y por qué muchos de los maestros del gremio habían sido amistosos con ellos.
—Tsk. Si me lo hubieras dicho antes, habría perdonado a los que podían hacer la purificación.
—¡Todo es culpa de este humilde servidor! Mát…
—Si me pides que te mate, lo haré de verdad.
—…cueste lo que cueste, asumiré la responsabilidad y encontraré a quienes sean capaces de purificar.
—Mmm.
Eugene miró a Marcus, que había cambiado de parecer en un instante, y sus ojos brillaron.
—Marcus.
—Sí, mi Señor. Por favor, dé su orden.
—¿Cuánto cobraba Graham por la purificación de Piedras de Maná?
—Eran todas Piedras de Maná de grado bajo a medio, y cobraban el 30 por ciento del precio de compra.
—¿Qué? El tipo era un completo ladrón.
—Sus palabras son verdaderamente sabias.
—Entonces. Si fijamos la tarifa de purificación en un 20 por ciento, todos estarían contentos, ¿verdad?
—Así es.
—Entonces hagámoslo. La purificación de Piedras de Maná. A partir de hoy, tu familia está a cargo.
—Q-que se nos dé tal oportunidad es un honor indescriptible, pero nosotros, humildes servidores, no tenemos la capacidad de purificar…
—Yo tengo uno. Un mago bastante decente. Se lo prestaré a tu familia por un tiempo, así que trátalo bien.
—¡Oh! ¡Soberano!
Marcus, que no dudó ni un ápice de las palabras de Eugene, levantó la vista, profundamente conmovido.
La mayoría de los magos no se llevaban mal con los vampiros.
Además, un mago sería mucho más fácil de tratar que este aterrador Origen y su Súbdito…
—Ah, ¿has oído hablar de la Escuela del Peregrino de las Sombras? Escuché que es un sucesor de su línea ortodoxa, aunque no estoy seguro de qué tiene de bueno. De todos modos, dicen que el maestro de allí es de un clan similar al mío.
—¡……!
Al oír el nombre de una escuela de magia de la que se decía que solo reconocía a los Altos Señores o superiores entre los vampiros como «verdaderos Hijos de la noche», una gota de sudor resbaló por la frente de Marcus.
—Ah, y una cosa más.
—¡Sí-sí! Por favor, dé su orden.
Sobresaltado, Marcus volvió a inclinar la cabeza.
—¿Has oído hablar de la familia del Duque Bartra? ¿Cómo está el camino hasta allí?
—Estoy al tanto de ellos. Si mi gran Señor desea información sobre ellos…
—Organízala y tráemela inmediatamente. Y un mapa para llegar allí.
—Obedezco su orden. P-pero, Soberano.
—¿Qué pasa?
—Perdone mi impertinencia, pero el camino al dominio del Duque Bartra es extremadamente caótico. Temo que incluso un rasguño pueda sufrir su noble persona de sangre.
—Eso no es algo de lo que debas preocuparte. ¿Por qué es caótico?
—Debido a la tiranía de los señores, la tierra está plagada de bandidos, y aquellos que alguna vez se llamaron caballeros han desechado la fe y el honor, enfrascándose en luchas interminables por beneficio personal. Especialmente en Krolmarin, por donde debe pasar para llegar al dominio del Duque Bartra…
—¿Krolmarin?
Al oír el nombre familiar, los ojos de Eugene se entrecerraron.
Krolmarin… esa era definitivamente la familia noble que causó que Luke fuera enviado al campo de batalla.
(Continuará)
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